¿Por qué necesitamos Psicólogos Especialistas en Migraciones? Una defensa de la profesión
Estos días me estaban pidiendo por ahí que definiera muy bien, hasta el mayor nivel de concreción posible, mi perfil profesional. Así que me he puesto manos a la obra y me he metido en camisas de once varas. ¿Quién soy? Bueno, soy Psicóloga Sanitaria, he trabajado directamente en salud mental. Pero también he coordinado y gestionado proyectos sociales. Y he hecho ambas cosas en distintos países. Y me apasiona todo lo que tenga que ver con la migración. ¿Entonces? A ver quién es capaz de concretar eso en una sola frase.
Así que he tirado de los Ámbitos Profesionales que detalla el COP de Madrid, al que pertenezco. Y he llegado a la conclusión de que me es muy difícil encajar en cualquiera de esas categorías. Y es que lo que nos dice la sociedad es que el mundo laboral está remando cada vez más hacia la especialización. Esta no es una idea nueva ni innovadora pero sí está planteando problemas a los profesionales que se tiran al mundo del empleo después de la formación superior por la evidente desconexión Universidad – Empresas (ver los Informes de la Fundación CYD de los últimos años). Pero no quiero irme por las ramas.
La cuestión es que los psicólogos que nos dedicamos a la evaluación y al tratamiento de los trastornos mentales (o a la gestión del malestar, las dificultades de adaptación a las circunstancias, etc. asociados a un evento concreto sin que exista etiqueta diagnóstica) especializados en población migrante no existimos como tal. No estamos por ningún lado. Prueba a buscarnos en Google. Probablemente tu primer resultado sea este.
Uno podría pensar que los trastornos mentales son entidades nosológicas universales. Al fin y al cabo, la mayor parte de los psicólogos toman como referencia la APA o la CIE, al menos para intentar saber por dónde van los tiros (y el que no lo hace, es psicoanalista – chiste -). La neurociencia también nos habla de que nuestros cerebros son básicamente iguales y que la neuroquímica tiene sus propias pautas / reglas de funcionamiento. Si lo vemos desde la perspectiva de los psicólogos sociales, también sabemos que somos tan poco originales que todos caemos con la ‘técnica del pie en la puerta’ y que pensamos en términos de endo- y exo- grupo.
¡Ah! Pero ahí llegan los psicólogos transculturales a llamarnos la atención y a decirnos que es difícil mantener reglas universales porque la cultura de cada uno, de dónde venimos, cuáles son nuestras creencias y qué es lo moralmente aceptado en nuestro país o cultura de origen también determina cómo funcionaremos.
Y creo que ahí está la clave. No podemos intervenir en la salud mental de una persona que se ve forzada a migrar involuntariamente (por ejemplo) como lo haríamos con otra persona que ha salido de su país para hacer turismo y volver. Hay algo ahí que es diferente. Y nuestro trabajo no puede consistir únicamente en aplicar protocolos de intervención científicamente adaptados a población caucásica o entrevistas semi estructuradas que preguntan de todo menos: “¿de dónde vienes?”.
Hasta aquí, esto podría ser anecdótico. La cosa está que España está en el ojo de mira en cuestión de migración. En 2017, 171.332 personas llegaron por vía marítima a Europa, de las cuales un poco más de 22.000 llegaron a España. Y cada uno de estos números es una persona que se ha visto obligada a dejar lo que conocía en busca de una oportunidad.
Y esto nos dice que faltan herramientas. Necesitamos protocolos de intervención adaptados a esta realidad. Necesitamos psicólogos y psicólogas con formación específica en la realidad internacional, que sepan qué está ocurriendo y cómo. Necesitamos psicólogos y psicólogas que se aproximen a la Psicología Clínica y de la Salud con herramientas sólidas sobre qué preguntar o qué deberían conocer y cómo la cultura de origen interviene en la conducta y en las tomas de decisiones. Psicólogos y psicólogas que tengan suficientes herramientas para aproximarse con un conocimiento específico sobre la realidad cultural de cada una de las personas que se encuentran en este contexto. Psicólogos y psicólogas que sepan qué implica en la otra cultura ofrecer un cigarro, disculparse, hablar con pronombres como “tú y yo” o limpiarse el sudor de la frente. Y esto no parece tan descabellado si pensamos que tenemos psicólogos especialistas en la intervención clínica en víctimas de violencia de género, por ejemplo.
Y, de acuerdo a mi humilde opinión, es difícil encuadrarnos como “psicólogos clínicos”, “psicólogos sanitarios” o “psicólogos sociales”. Y sí, los psicólogos que nos dedicamos a la salud mental en el campo de las migraciones hacemos mucho más que trabajar con el duelo o el estrés migratorio.