El encuentro con la propia sombra
Decía Laura Gutman que la maternidad conlleva irremediablemente el encuentro con la propia sombra. Y este encuentro se produce, entre otros, gracias a la fusión emocional que existe en la diada madre-bebé.
Lo que está claro es que el puerperio y la maternidad te rompen, te zarandean, te mueven, te atraviesan y, cuando ya estás sin respiración, te hacen emerger de la piscina infinita en la que te encuentras para que aprendas a ver el mundo respirando de una forma más acompasada y tenaz.
2021 nos trajo un sinfín de cambios, proyectos, ideas, avances y retrocesos. Nos trajo una buena dosis de introspección, deseo, metas y sueños. Y un poco de tristeza y estamparte contra la realidad.
El otro día decía por Ig que a lo largo de 2021 he gestado, parido y comenzado a criar a mi criatura. He conseguido superar otro apto en la evaluación de mi tesis doctoral y he paralizado mentalmente mis energías en lo relativo al estudio de la prostitución porque mi cuerpo y mi mente necesitaban un descanso.
He aprendido sobre la fuerza que tenemos las mujeres, seamos madres o no. Y me he asombrado cada día de cómo la Pachamama se manifiesta a través de cada una de nosotras y de nuestros cuerpos.
He abierto melones incómodos sobre los que nadie quiere hablar y he afrontado todos esos fantasmas de mi pasado que el puerperio ha tenido a bien sacar a la luz.
A lo largo de este año lo he pasado realmente mal y he conocido qué es el amor, la alegría, la pureza y la bondad.
Pero lo más importante, lo que me llevo y lo que me codifica, lo que me resuena, es que este año he podido abrazar a mi alma cambiante, aceptar una nueva yo y descubrirme en mi versión mejorada. Este año he vuelto a tomar consciencia real de lo alucinante que es este viaje maravilloso que es la vida.