Salud Mental Perinatal: dos reflexiones
Tuve un puerperio movilizador (lo conté aquí y aquí). Un puerperio que me llevó a querer seguir trabajando con mujeres, pero esta vez desde las maternidades. Y eso me llevó al Instituto de Salud Mental Perinatal.
En el encuentro que prevé el Instituto mensualmente entre profesionales, este mes han surgido dos cuestiones muy interesantes: una sobre la atención en salud mental perinatal en la sanidad pública y otra sobre crianza y futuro de las intervenciones sobre la díada Mamá – bebé.
Aquí mi punto de partida.
Cuestión 1: ¿por qué profesionales de la salud siguen utilizando pautas obsoletas en la atención de la diada si ya existe literatura científica sobre el tema?
Hay dos factores aquí.
Por un lado, la escasez de oferta formativa en los currículos educativos de las universidades sobre Psicología Perinatal. Quien quiere aprender, paga formaciones privadas. No es un tema que esté en la palestra.
Por otro lado, no podemos obviar el argumento ad antiquitatem: “esto siempre se ha hecho así, ergo, estaba bien”. Y de esto último no queda libre nadie. Que levante la mano la madre que crea que no lo ha hecho lo mejor posible con su criatura. De ahí que nos nazca aconsejar a otras con lo que nos funcionó. Y eso que funcionaba hace 5, 10 ó 15 años ya está obsoleto. Pero si yo no tengo formación ni información actualizada sobre el tema (y aquí volvemos a lo anterior), ya tengo una pauta desactualizada, y probablemente dañina, en mi intervención.
Cuestión 2: ¿Por qué se nos incentiva a tener criaturas cuando socialmente las respetamos tan poco? ¿Por qué cualquiera se siente en libertad de tocar las criaturas altrui? Aquí hablamos de ignorar procesos y ritmos, de hacer una crianza poco respetuosa o poco consciente.
La respuesta está en la lógica del mercado capitalista. Para el mercado, las personas somos trozos de carne, un producto que se puede comprar y vender, que se puede explotar sin más. Si se gasta, ya viene otro cuerpo a ocupar su lugar. Nos piden que tengamos criaturas porque alguien tiene que pagar nuestras pensiones. Cómo llegue esa criatura y su salud mental a la adultez no es tan importante. ¿Ejemplos? La explotación reproductiva, la prostitución. Y no hace falta irse muy lejos: ¿acaso no has sentido (o te han dicho claramente) en tu trabajo que eras prescindible? En el mercado (re)productivo, eres un cuerpo más.
La conclusión, cómo siempre, es que queda mucho por hacer y cada una puede buscar desde dónde hacerlo. Entonces, ¿qué te hace moverte? ¿Desde qué emoción quieres construir, cambiar y armar una revolución?