Le doy muchas vueltas en mi mente.
Se dice que en la infancia repetimos una y otra vez una misma historia en voz alta para encontrarle sentido y significado. Lo hacemos también a través de la plástica, de la manualidad, del dibujo, de la plastilina. Porque en la infancia nos suceden cosas que son difÃciles de entender: el gusanito que murió, el niño que se tropezó y empezó a llorar, el pitido del coche cuando fuimos a cruzar, …
Lo que no se dice en voz alta es que de adultas también repetimos una y otra vez una misma historia en voz alta para encontrarle sentido y significado. Ya nos olvidamos de la plástica, de la manualidad, del dibujo, de la plastilina. Y aprendemos (o nos enseñan) en algún momento entre el párrafo anterior y el presente, que esa historia repetida deberÃa quedarse solo dentro de nuestra mente. De adultas, también nos suceden cosas que son difÃciles de entender: la amiga que murió, el amigo que tuvo un accidente y estuvo muchos meses llorando, el sonido de la sirena de la ambulancia, …
¿Y si la rumia fuera solo eso? ¿Y si fuera un repetir de una historia una y otra vez para encontrarle sentido y significado? ¿Y si pudiésemos salir de la rumia mediante la plástica, la manualidad, el dibujo, la plastilina?
Van der Kolk decÃa que nos quedamos congeladas en el trauma. Que el cerebro intenta repetir una y otra vez lo absurdo para encontrarle coherencia. Shapiro decÃa que la manera de reprocesar el trauma era dotando de movimiento a la mente.
¿Y si el movimiento pudiesen dárselo nuestras manos?
¿Y si el cortar – pegar fuera una manera de mirar la pelÃcula, de dotarle de sentido? Me siento pendular en esta pérdida gestacional. A veces estoy dentro; a veces, fuera. A veces me acerco mucho y noto que me quema; otras veces estoy tan lejos que en medio, ni el iceberg del Titanic. Cuando no sé qué decir, recorto y pego. A veces le encuentro más sentido, otras menos.
Es que… ¿puede tener sentido el sinsentido? A lo mejor se trata simplemente de esto.