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Se busca mediador de wólof

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Esta mañana he ido a una reunión de trabajo. Después de exponer algunos puntos fundamentales sobre el trabajo que estamos llevando a cabo últimamente en La Casa dei Ragazzi, la conversación ha derivado hacia el papel que puede jugar un mediador lingüístico-cultural en nuestro ámbito. Mi interlocutor no terminaba de entender por qué el mediador podía ser importante. De hecho, su línea de pensamiento se centraba en justificar el papel de mediador en cuanto a traductor de una lengua desconocida para los educadores.

La tesis de mi interlocutor partía de la siguiente idea: “cuando uno aprende una nueva lengua, sabe expresarse en la misma y, por lo tanto, no hace falta el traductor [mediador]. Es más, si han decidido inmigrar en Italia, tienen que aprender el italiano y, por lo tanto, poder expresarse así”.

Sin embargo, las cosas no son tan fáciles. Cada lenguaje y los discursos que se integran en él, están formados de varios componentes. Entre ellos: las reglas del discurso, los gestos, las expresiones comunes, la articulación fonética, etc. Aislar cada pequeña parte para hacer un curso acelerado para dummies no tiene nada que ver con aprender una lengua. Sí, se puede aprender la entonación o el vocabulario, las reglas gramaticales y los gestos pero hay un componente muy sutil que sólo se aprende cuando se vive esa lengua. Por otro lado, cada palabra tiene todo un contenido detrás que la hace única y que te permite expresar mil ideas diferentes. Por eso los traductores no estudian solo una lengua, estudian también la interpretación de esa lengua.

Pongamos un ejemplo. La palabra “vagabundo” en castellano se refiere a una persona Que anda errante de una parte a otra u Holgazán u ocioso que anda de un lugar a otro, sin tener oficio ni domicilio determinado y entre sus sinónimos encontramos el de holgazán, vago, perezoso o mendigo. En definitiva, no es una palabra demasiado positiva si la usamos para referirnos a alguien. En italiano, la traducción literal de vagabundo es “vagabondo”. En Italia, referirse a alguien come vagabondo es casi como elogiarlo. Se refieren a vagabondo como personas que saben viajar con pocos recursos, que conocen el mundo, que son activas y llenas de curiosidad por lo que está fuera. Un curso acelerado para dummies (o el equivalente: la guía del Lonely Planet o el mini diccionario de viaje) te enseña la traducción de la palabra pero vivir Italia te enseña a entender el significado.

Yendo más allá del significado de las palabras, también tenemos todo aquello que rodea la cultura de proveniencia. Comprender y aceptar que para un chaval afgano no es lo mismo la frase Vete a dormir que venga del educador que de la educadora. No se trata de hacer grandes discursos defendiendo nuestros apreciados valores burgueses (el derecho de las mujeres a poder expresarse libremente y a ser escuchadas y respetadas por ello) ni de hacer política pensando que nuestro pequeño microcosmos y por extensión, nuestra cultura, es mejor que la afgana. Se trata aquí de aceptar que en aquella cultura la petición hecha por una figura adulta masculina se acepta inmediatamente mientras que la femenina no. Se trata de entender que el proceso de adaptación cultural no se desarrolla apenas se llega al nuevo país si no que hacen falta meses, incluso años, para adaptarse porque en realidad no basta con adaptarse, hace falta comprender para adaptarse. Y probablemente, después de un poco de tiempo, el chaval se dará cuenta de que no importa de quién venga la frase, lo importante es la intención que hay detrás de ella dentro de la globalidad de su proyecto de vida.

El problema viene cuando a los educadores nos falta esa información. Hablando del ejemplo anterior, ¿y si el equipo de educadores no conoce la cultura afgana y no entiende este tipo de conducta? Probablemente entrarían en paranoia preguntándose por qué el chaval no responde y adjudicando todo, antes o después, a un mal comportamiento y a la no adhesión a las reglas de la estructura. Llegados a este punto, un equipo de educadores podría tener dos opciones (si son medianamente inteligentes y tienen ganas de trabajar): (1) consultar la Wikipedia y ver algún documental rodado por un americano sobre la cultura afgana (discúlpenme si utilizo algún tópico para ilustrar la idea) o (2) llamar a un mediador cultural. El caso es que un mediador cultural NO es un traductor, es una persona que ADEMÁS es traductor.

Hace algunos años, en una de esas tertulias bohemias de café post-comedores universitarios, se hablaba sobre la intrusión laboral y de las profesiones inventadas. Esos años vivíamos un boom de nuevas profesiones, de esas que se conseguían asistiendo a un curso de 200 horas y pagando una cantidad indecente de dinero. Recuerdo que decidimos meter en ese saco a los mediadores culturales. Sin embargo hoy, con algunos años y más canas, vemos la realidad de otra manera. Ahora que nos vemos obligados a afrontar un cambio social global (el no-problema de la migración), no podemos dejar ninguna figura profesional detrás y echar mano de todos los recursos que -inventados o no- nos permitan adaptarnos, comunicarnos, aprender, aceptar, crecer, y acompañar.

El problema de fondo, en el contexto de la reunión de esta mañana, va más allá de la mediación o de la lengua. De hecho, la conversación derivó hacia las pautas educativas. Sin alargarme mucho y sin entrar en el debate Iglesia – Ciencia (recordatorio: La Casa dei Ragazzi forma parte de la Red dei Padri Rogazionisti), la cuestión fundamental es que la única manera eficaz de llevar a cabo un programa educativo individual con un menor extranjero no acompañado es la de compartir con el chaval el camino que quiere recorrer. Si no le hacemos partícipe de su propio proyecto de vida, de sus posibilidades de futuro, si no conocemos sus sueños y aspiraciones, ¿qué adhesión tendrá a un proyecto? ¿Qué interés tendrá en hacerse un hueco en el mundo?  Es más, si no compartimos con él las decisiones sobre su futuro, ¿cómo podemos hacer bien este trabajo? ¿Por qué hacemos este trabajo? ¿Qué poder pensamos que tenemos para decidir sobre el futuro de un menor que no nos hemos ni siquiera interesado en conocer profundamente? Y, hoy en día, para trabajar en este contexto concreto, hace falta el mediador cultural porque ningún curso para dummies y ningún documental podrán enseñarnos el wólof o podrá explicarnos por qué un chaval de Bangladesh se niega a tener más de 5€ en el bolsillo.

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7 comentarios sobre “Se busca mediador de wólof”

  • cassete lg dice:
    3 enero, 2018 a las 16:11

    He leido vuestro articulo con mucha atecion y me ha parecido practico ademas de facil de leer. No dejeis de cuidar este blog es buena.
    Saludos

    Responder
  • Pingback: Carretera y Manta
  • Juanma García dice:
    4 junio, 2013 a las 16:41

    Por lo poco que sé de la cultura Afgana -que dicho sea de paso es complicada de estandarizar en un país tan diverso-, lejos de deberse a una organización familiar machista (que sí que está presente en otros ámbitos de su cultura), la autoridad superior de la orden paterna (masculina) sobre la materna (femenina) se debe a que es normalmente el padre el encargado de la educación de la prole familiar, o el abuelo en ausencia del primero.

    Lo digo por resaltar la importancia de la mediación al trabajar con colectivos tan diferentes…

    Responder
    • rotero dice:
      4 junio, 2013 a las 19:40

      Juanma, hay millones de detalles sobre la cultura afgana que se nos escapan de las manos (de ahí el enriquecerse tantísimo trabajando con personas de otras culturas). Gracias por tus aportaciones, cada día se aprende algo nuevo 🙂

      Responder
      • Juanma García dice:
        4 junio, 2013 a las 20:12

        Y por cierto, que casi se me olvida. Una novela gráfica estupenda sobre el trabajo, hace años, de una expedición de Médicos sin Fronteras en Afganistán es ‘El Fotografo’ de Guibert. No te puedes hacer una idea de cuanto lo disfruté en su día.

        Responder
  • rotero dice:
    3 junio, 2013 a las 12:05

    No puedes imaginarte lo complicado que es encontrar un mediador oficial por aquí. Prácticamente, para acceder al servizio de mediación en algunas asociaciones pequeñas de la periferia de Roma tienes que hacer la petición al Servicio Social que, a su vez, hará la petición a la asociación. Esto teniendo en cuenta que tienes un período de dos semanas (máximo un mes) para hacer una observación y un Proyecto Educativo Individual para el chaval. De nuevo, el problema de la burocracia.

    Sobre cruzar el charco, es casi seguro que en la semana del 26 agosto al 1 septiembre daré un salto a Granada 😉 Mientras tanto, podemos hacer una OPA a alguna compañía aérea…

    Responder
  • Ioxti dice:
    3 junio, 2013 a las 11:53

    Porqué un chaval de Bangladesh se niega a tener más de 5€ en el bolsillo?

    pd: algún medidor cultural a mano?
    pd2: me gusta tu trabajo. Me gustan tus ideas. Creo que sería una buena idea que cruzaran el charco, sabes?

    Responder

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rotero

30 mayo, 2013

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