Duelar el puerperio

El otro día me desperté y realicé que había dejado de sentirme puérpera.

Esa mezcla de transitar la locura, hallarte en tu espacio y en el tiempo, en un cuerpo que reacciona de manera insospechada y nada habitual y esa necesidad de cuidarte en la cueva.

Se había ido, ya no estaba. El puerperio había dejado paso a una mamamorfosis adulta. A una madre serena y consciente, sin miedo y fuerte. Mi puerperio me había hecho maternarme. 

Entonces también me di cuenta de que necesitaba hacer el duelo por mi puerperio. Como quien teje una bufanda una noche de invierno frente a la chimenea. Coser retales de pensamientos e imágenes y decirle ‘gracias’. Quizás agradecer a la locura es de locas pero yo lo hice. Cada segundo de mi yo puérpera, cada sombra, cada lágrima y cada segundo de vértigo me ha traído hasta aquí.

Duelé mi puerperio como se abraza el invierno porque sabemos que dará paso a la primavera.

Nadie sabe cuándo acaba el puerperio porque al final es un sendero que se bifurca. No sabes si será una circular o una ruta lineal. Quizá mañana vuelva a abrazarme puérpera. Quizá no. Ahora ya puedo fluir entre estados.

Durante mi embarazo fui niña inocente y alegre. El parto de mi hijo fue la menarquía que me hizo aterrizar la realidad. Mi puerperio terminó de convertirme en mujer adulta – madre.

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