Andalucía no debería venderse
Tiendo a evitar expresar mi opinión personal sobre cuestiones a medio camino entre la percepción de mí misma en un grupo y temas que traspasan la frontera socio-política pero a veces hay que mojarse.
Araceli Pulpillo hace una reflexión muy interesante en este artículo acerca de cómo las grandes compañías se basan en principios básicos de psicología para hacer llegar sus productos a la población objetivo.
En este caso, habla de #Cruzcampo y su última campaña con #LolaFlores.
Tengo amigos en Heineken a los que tengo en alta estima y, en varios aspectos, su política de crecimiento profesional del personal así como las relaciones con terceros merece buenos comentarios.
Sin embargo, como Andaluza (y aquí va lo personal) me hiere y sorprende a partes iguales que se tomen iconos y exponentes de la cultura andaluza en un proceso de merchandaising o de marketing de producto.
En mi proceso de deconstrucción y reconstrucción, me ha costado tiempo y distancia asimilar mi origen andaluz y enarbolar mi acento y mis raíces como primera bandera en el reconocimiento mutuo.
A nivel superficial, podemos decir que Cruzcampo/Heineken hace eso: intentar forzar el reconocimiento de los rasgos andaluces como algo ventajoso. Sin embargo, detrás de eso hay un proceso muy estudiado que utiliza esas características para vender y hacer dinero.
Yo, como mujer andaluza, con la historia de mi patria andaluza en mi historia personal (y que Mar Gallego retrata a la perfección en su “Como vaya yo y lo encuentre”) siento rabia y decepción al ver que se utilizan mis orígenes y mi identidad como instrumento de venta. Y sí, al final es lo que hacen todos, desde las entidades privadas hasta las públicas: seleccionar un rasgo y explotarlo porque “money calls money”.
Sin embargo, hoy me siento en la necesidad de expresar que Andalucía (nuestro acento, nuestra tierra, nuestra identidad, nuestra historia, nuestras maravillas y nuestras porquerías) no se venden.
Aprendamos a amar sin explotar.